mayo 18, 2010

REGRESIONES

No tengo idea de cómo fue, un momento estaba en mi mundo y en otro momento estaba en otro, en otra época, de pronto yo no era o al menos no quien soy ahora. Mi interior era uno distinto pero todo lo demás seguía igual, las personas, los muebles, incluso el sol seguía avanzando en la misma dirección, solo cambió mi percepción del mundo de un instante a otro, ¿me hice más sensible acaso?

De pronto me importó de nuevo, volví a preguntarme cómo estarías, qué estarías sintiendo, sentí el impulso de voltear a verte y preguntarte, de preguntarle a alguien, a quien fuera pero que me diera razón de ti, que me dijera cómo y por qué estás así.

Pero no lo hice, de pronto la cordura regresó a mi así como se fue, seguí con mis asuntos y te miré seguir con los tuyos, vi seguir tu vida como siempre, sin darte cuenta de mi ni mis intenciones, sin darte cuenta de las cosas, caminando como por inercia.

Esa inercia tuya que tanto me fastidia, que incluso estando acá me sigue provocando un coraje tremendo por verte entre afligida y adormilada, desperdiciándote a más no poder, envuelta por un delgado manto de conformismo y mediocridad.
¡Deja caer ya esa armadura!

Todo ese peso cae sobre tu alma, todo ese metal te asfixia y el esfuerzo por mantenerla te consume. ¿Qué harás si caes bajo todo ese peso? Quizá solo así entiendas que debes abandonarla, que debes abandonarte para ser feliz.

No sé por que hago esto, no sé por que si renuncié a mi cargo, supongo que uno es lo que es aunque no tenga sentido serlo; mientras haya guerras habrá guerreros, pero ¿qué se hace cuando son guerras ajenas? Pelear por pelear no tiene sentido como tampoco lo tiene pelear por quien no tiene intenciones de ganar.

No se puede renunciar cuando se empieza a ser guerrero, es una marca que se lleva hasta la muerte; no se puede abandonar la guerra cuando se está a media batalla, pero tampoco se puede dar una batalla y el dueño de la guerra duerme el sueño de la desidia.

No puedo hacer nada, mi poder parece haberse fugado y no suelo cargar conmigo un abrelatas, que aunque así fuera no serviría, ese blindaje es solo débil en su interior; no me quedan recursos y creo que ya ni siquiera fuerzas, ya solo me queda sentarme bajo el sol a ver desfilar los caracoles.