julio 17, 2011

VIDAS

Una historia del archivo del recuerdo...



Ellos se conocieron en el mar. Él salió a caminar buscando en el sonido de las olas algún consejo que le ayudara a olvidarse de un antiguo amor, buscaba la sabiduría para poder sobreponerse y seguir con su vida; una nueva vida, ahora solitaria y gris, alejada de los sentimientos. Ella fue a la playa buscando el consuelo perfecto para su dolor en el poder del mar, solo así podría curarse, esa era una buena forma para apagar de una vez por todas esa vida que cada vez era más oscura. 
Mientras uno preguntaba al puerto como soportaba que tantas embarcaciones  llegaran a él y se fueran después de tomar lo que necesitaban, los pies del otro entraban poco a poco en las frías y saladas aguas del mar, mientras sus ojos trataban de unirse al agua derramando cálidas y también salinas  gotas. 
Él sentía como de a poco sus problemas se hundían en el mar, su dolor se iba desvaneciendo poco a poco, junto con sus sentimientos; Ella empezaba a sentir alivio cuando las poderosas olas golpeaban su pecho como si quisieran que su corazón obtuviera la misma fuerza que ellas para latir. 
Una sonrisa se dibujaba en el rostro de ambos; uno descubría la vida, una vida gris, pero vida al fin; otro, encontraba el interruptor para interrumpir la suya, oscurecida por las sombras del abandono. 
La gabardina de Él era movida por el viento, que de pronto sopló más fuerte, como si fuera un suspiro del mar por estar a punto de convertirse en el asesino involuntario de una joven que no tenía la culpa de lo que le estaba sucediendo, después de todo, cuando se enamoró de ese hombre no se imaginó, entre todas sus fantasías, que él la dejaría de esa manera. 
Ahora Ella cerraba poco a poco los ojos para que no los quemara el agua, cuando cerca de ella escuchó que algo tocaba el agua ligeramente, lo cual la obligó a voltear, para darse cuenta de que un sombrero, impulsado por el viento, ahora correría la misma suerte que ella. 
Aunque Él se sentía bien por la sabiduría recién adquirida, no dejaría que uno de sus sombreros preferidos terminara en el fondo del mar o sabrá dios donde. Lo buscó con la mirada, pero solo la encontró a Ella. 
Su blanca piel parecía atrapar la luz de la pálida luna llena que esa noche rompía las penumbras en el puerto. Él corrió hasta la orilla del mar, cerca de donde ella por fin decidía hundirse; dejó sus zapatos y su gabardina en la orilla y nado hacia Ella; apenas pudo alcanzarla antes de que tocara el fondo y la llevó fuera del agua. 
La pintura de sus ojos se corría por sus pálidas mejillas, mientras Él la cubría con su gabardina; sus miradas se encontraron, ambas demostraban tristeza, pero la de Ella buscaba el descanso de la muerte y la de Él trataba de encontrar las ganas de vivir. Esa noche dos grises pensamientos de volvían uno solo y se completaban. 
Él la envolvió en sus brazos y Ella reposaba la cabeza sobre su pecho, derramando sobre él una húmeda y negra cabellera; sus almas se volvieron una  en ese momento; ideas de consuelo y descanso revoloteaban en sus mentes y en sus corazones, mientras sus cuerpos temblaban por el frío de la noche, y buscaban en el calor del otro el propio. 
La fuerza del mar finalmente logró darle a Ella el descanso que buscaba, y Él encontró en el puerto el consejo que lo dejaría seguir viviendo. 
Pronto la luz del amanecer empezó a llenar el ambiente, y el sol de los recuerdos comenzó a mostrarse por el horizonte. Un alma  se separó en dos partes rebosantes de sabiduría y con ganas de vivir, pero debilitadas por el recuerdo de antiguos amores que terminaron en desastre. Ahora ambas vidas eran del mismo color, y ambos corazones latían lentamente dentro de fríos pechos. 
Él caminó a su casa, empapado y con tristeza en su mirada; Ella lo vio alejarse y otra lágrima rodó por su mejilla. Ambos se condenaron a vivir en soledad con la mitad de un alma, con el sentimiento de un futuro sufrimiento que ahora no podría llegar; no sufrirían el perder al otro si nunca se tenían; y aunque sus almas y sus corazones se tuvieron un instante, el filo de los recuerdos dolorosos separó de un tajo ese nuevo ser que se había formado.
 ¿Cuántos consejos no ha dado el mar, y cuántas vidas no ha arrebatado, todo provocado por ese travieso sentimiento llamado amor? Son incontables.
¿Y cuántos han vivido historias similares, aturdidos por los recuerdos? También incontables. Y seguirán sucediendo, hasta que aprendamos que siempre es diferente de alguna u otra manera; hasta que nos demos cuenta de que los recuerdos no son para usarlos como barreras que nos dejan ciegos ante nuevas y mejores experiencias, sino para vivirlas, con más cuidado, disfrutando de lo que es rescatable. Mientras tanto, historias como estas se seguirán escribiendo, y lo más triste de todo: se seguirán viviendo.

julio 10, 2011

FOTOGRAFÍAS


Fue entonces que ella sacó la cámara de su mochila y le apuntó con ella

- Déjame fotografiarte –
- No -  respondió él mientras intentaba cubrir la lente con su mano izquierda.

-¿Por qué no?, anda – dijo ella endulzando el tono de su voz para tratar de convencerlo, pero él no retiraba su mano de la lente.
- Porque me robas el alma – dijo con un tono burlón.

Después de lo dicho ella lo miró con seriedad por un momento, después tomo con su mano derecha la mano que cubría la lente y la bajó lentamente mientras decía las palabras que le abrieran la puerta para fotografiarlo cientos de veces:

- No más de lo que lo haría con un beso -