febrero 17, 2014

El Colibrí

Hoy les traigo un cuento que habla de los orígenes del colibrí, claro, según mi imaginación, no es leyenda ni nada.  Ojalá les guste.

EL COLIBRÍ

Hubo una vez un guerrero, fuerte y feroz como ninguno, ganador de mil batallas y orgulloso de su oficio.

Platicaba con su hombre sobre morir en batalla y liberar su alma guerrera,  volver a la naturaleza y vivir una vida siguiendo sus instintos

                - Yo renaceré como un coyote – decía uno de ellos

                - Yo estoy seguro de que seré un lobo solitario – decía uno de los más viejos

                - Pues yo seré un enorme toro – decía uno pequeño pero fornido

                - Jaja – reían los demás – más bien serás un armadillo

                - Yo – interrumpió el guerrero – quisiera ser un águila o un halcón, quiero ver
                el mundo diferente

Todos guardaron silencio ante tal momento en se podía ver en los ojos del guerrero aquel anhelo de ver todo desde los cielos en completa libertad

                - Y por supuesto, seguir destripando cosas con mis propias manos – dijo el
                 el guerrero para no verse demasiado solemne.

Después de ese momento pasaron muchas lunas y varias batallas, defendiendo a su pueblo de quienes quisieran invadirlo.

Casi siempre entrenando o en los bosques paseaba poco por el pueblo, pero los miraba desde lejos, admirando la grandeza que él y otros se dedicaban a defender, pero había una parte que su vista no alcanzaba, pero que recordaba de su infancia.

Desde que se convirtió en un guerrero no visitaba el mercado pero sus colores y sus olores seguían fuertes en su memoria y a veces cuando estaba solo dejaba ir un suspiro y se imaginaba ahí, disfrutando de aquello por lo que estaba dispuesto a dar la vida.

Entonces, como si los dioses supieran de ese deseo y de los deseos de los demás guerreros – porque todos los verdaderos guerreros buscan la paz – llegó un periodo de tranquilidad y pudieron ir todos a sus hogares.

El guerrero tomó sus armas y se dirigió al pueblo con una sola cosa en su mente: visitar el mercado y llenarse el pecho con los olores de su infancia y su estómago con comida de verdad.

Caminó por los pasillos del mercado y la gente lo miraba con respeto, pues sabían lo que hacía por ellos, él les sonreía y seguía caminando; algunos lo invitaban a comer y otros le regalaban frutas y él agradecido tomaba un poco de cada cosa.

Mientras tanto, otras dos personas también caminaban por ahí, vendiendo flores y algunas hierbas medicinales; eran una anciana y una joven que siempre la acompañaba.

La anciana siempre le hablaba de flores y de las propiedades de las plantas que llevaban en su canasta y la joven, amante de las flores, siempre escuchaba con atención.

De pronto la anciana se detuvo, movió la cabeza como si buscara algo, sonrió con su boca chimuela y se dirigió a la joven

                - Niña – le dijo – regálale una flor al muchacho, una flor roja.

El guerrero estaba de espaldas, hincado frente a un puesto de frutas buscando algo dulce, que encontró cuando la joven tocó su hombro y sus miradas se cruzaron.

Ninguno de los dos habló y de pronto todo parecía estar en silencio, y es que uno no habla cuando la magia está pasando.

                - Una flor – dijo la joven con voz temblorosa – una flor, de parte de la anciana.

Puso la flor entre las manos del guerrero y salió corriendo a tomar el brazo de la anciana.

                - ¿Cómo supo? – preguntó la joven a la yerbera ciega

                - A mi edad – respondió la vieja – una ya sabe muchas cosas – dijo y se soltó a reír

El guerrero por su parte, empezó a sentir en su pecho los tambores de la guerra, como antes de una batalla y se levantó de un salto.

Siguió a la yerbera y a la muchacha hasta la casa de la vieja y esperó a que la joven saliera y se acercó a hablarle.

Y hablaron y rieron, y se miraron a los ojos y guardaron silencio, y hablaron más y dejaron que se juntaran sus corazones.

Pasaba el tiempo y las palabras iban cambiándose por abrazos y tomarse de las manos, porque eso hace el amor, disuelve las palabras y nos deja comunicarnos de maneras más directas y sinceras.

- ¿Por qué te gusto? – preguntó ella un día

                - Porque eres dulce – dijo él sin dudar – hueles como las flores, fresca y dulce y
                 tus besos me saben a frutas; a mango, a sandía, a todas las frutas dulces, me
                sabes a miel; quiero probarte por siempre, quiero llenarme de ti toda la vida.

Casi todos los días estaban juntos y hablaban de vivir una vida compartiendo todo, pero así como la guerra, la paz tampoco dura para siempre.

Él tuvo que partir para librar otra batalla, pero la dejó con la promesa de que volvería para estar a su lado para siempre.

Y el guerrero partió, con la firme convicción de defender una vez más a su pueblo, ese lugar en el que conoció el amor y lo abrigó desde pequeño.

Mientras marchaba a la guerra metió la mano en su morral y se encontró con una nota de su amada, que comprendía su profesión aunque fuera la mejor

                “Mi guerrero” – decía – “si has de morir antes que yo, quisiera
                 convertirme en una flor, para descansar sobre tu pecho allá
                 en tu tumba”

La batalla comenzó y todos lucharon con valentía, pero el enemigo no conocía de honor y con trucos sucios lograron herir al guerrero.

En medio del campo de batalla se arrodilló con el pecho manchado de su sangre y le pidió a los dioses que cuidaran de su amada.

Los dioses sabían que él era valiente y honorable y sabían también cuanto amaba a su mujer y decidieron cumplir los deseos de los dos.

Al morir el guerrero, su alma salió de su cuerpo en la forma de un halcón, que voló directamente hacia su pueblo para poder ver a su amada. Se posó en un árbol observando y vio como llegaban a darle la noticia de su muerte.

Ella, desconsolada, empezó a marchitarse, como si le urgiera reunirse con el guerrero; sin más fuerza en su cuerpo se acostó en el suelo y empezó a desvanecerse.

Era la magia de los dioses, que la estaban transformando en un árbol lleno de bellas flores, para que pudiera seguir siendo bella y dulce como lo había sido en vida.

Al ver esto el guerrero, convertido en halcón, voló hacia lo más alto y más lejano para poder hablarle a los dioses.

Llegó hasta ellos, cansado y sediento y lo reconocieron enseguida

- Pasa, noble guerrero y sacia tu sed – le dijeron mientras le ofrecían bebidas
 refrescantes

- Gracias – respondió – pero la sed que tengo solo podría saciarla con los besos
                 de la joven a la que convirtieron en árbol

Los dioses lo miraron extrañados, pero él siguió hablando

                - Vengo a pedirles, dioses de mis ancestros, que me conviertan en cualquier
                 insecto o en lo que sea, con tal de probar de nuevo su dulzura.

El más viejo de los dioses lo escuchó a lo lejos y se acercó a él, mirándolo como un abuelo mira a sus nietos

                - Siempre fuiste ágil en batalla y muy valiente – dijo con su anciana voz – mereces
                 ser un halcón

Luego aquel dios respiró profundo y miró a los ojos al guerrero

                - Pero veo en tu corazón que ya no es ese tu más grande deseo

Después de decir eso tomó al halcón y empezó a arrancar sus plumas ante la sorpresa de los otros dioses

                - En el fondo siempre fuiste un niño pequeño, juguetón, con gusto
                 por las frutas y la miel.

Tomó entre sus manos al desplumado halcón y le dijo

                - El amor que sienten tú y tu amada ha de perdurar por siempre;
                 y quedará simbolizado en esta vida y las que sigan por esta especie
                 que crearon con su amor.

Entonces aquel dios viejo abrió las manos y de entre ellas salió volando un colibrí, con tanta prisa de besar a su amada que sus alas se movían tan rápido que no podían ni verse.

Llegó hasta aquel árbol y puso su pequeño pico dentro de una flor y volvió a probar el dulce de los besos que extrañaba tanto, y se emocionó tanto que voló hasta otra flor y otra y otra, pues no se cansaba de probar los besos de su amada.


Y fue así, que ante un amor tan grande, los dioses no pudieron hacer más que dejarlos seguir juntos y hacerles un homenaje, para que todos conocieran ese amor a través del colibrí.

junio 12, 2013

Buenas noches

Algo antes de dormir, para poder soñar con ella.

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BUENAS NOCHES

Ya llega el final del día,
Como siempre fue cansado;
Pasar mi tiempo encerrado
No es parte de la teoría.

Mis ojos enrojecidos,
Cansados por la pantalla
Luchan por no cerrarse,
Es una dura batalla.

Pero no quieren rendirse
Pues algo les hace falta,
Antes de ir a dormirse
Quisieran ver a su amada.

Sueñan con que los beses,
Acomodando la almohada
Y juntos en nuestra cama
Te puedan decir “buenas noches”

noviembre 27, 2012

CUENTO TUITERO


El primero de la iniciativa de escribir cuentos comunales en twitter, este tuvo continuidad con el hashtag #cuentoTuiteroCompartido pero es probable que después cambie a #LunesCuenteros para poder compartir el cuento los martes por la noche en el programa Ad Libitum Nights en http://adlibitumnights.listen2myradio.com/ 

Estén atentos por si quieren participar la próxima semana.

Este cuento fue escrito por @OBJuz (yo) y el buen Alex Z - @AlexZG1

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Hoy podría ser un día como todos, excepto por ese cosquilleo en mi nuca, esa ansiedad que no extrañaba; siento como si con solo salir de la cama estuviera cometiendo un error.

Se vuelve una agonía levantarse y hay una sensación de desasosiego inmensa ¿Qué hacer primero?

Hoy no puedo apegarme a la rutina, no puedo siquiera preparar el desayuno de siempre, no es un buen día para tener un cuchillo entre mis manos, pienso en dejarlo pero por alguna razón lo meto al portafolios en vez de dejarlo en casa; en ese portafolios que se ha vuelto una cruz que he de cargar día tras día en una monotonía que me abruma.

Es muy temprano para tener estos deseos pero la noche anterior no fue precisamente la mejor, en definitiva, no me bañaré para salir, no estoy para quedar bien con nadie, además, tampoco estoy como para que nadie se me acerque; el trabajo está a 15 minutos en metro pero hoy prefiero caminar, ese mar nauseabundo de gente solo hará esto peor; afortunadamente esta zozobra ni siquiera me dejó dormir bien, tengo tiempo.

Medio muerdo un poco de pan pero la nausea que comenzó ayer no se ha ido, mejor salir finalmente y no prolongar más esto. El aire frío en mi rostro me tranquiliza un poco, me recuerda esos viajes de cacería en el bosque; lástima que no pueda contarle a nadie sobre ellos, aunque quizá debiera, ¿cómo sería la reacción de las personas a quienes contara de mis pequeñas “aventuras”? Ya me imagino sus caras al preguntar “¿Y qué hace una mujer como tú sola en el bosque matando animales?”

Más risa me daría su expresión si contestase “tratando de hacer lo posible por no matarte a vos” - mi afición por usar expresiones como “vos” proviene de mi eterna pasión por Benedetti y Oliverio y mi inexplicable e insana adicción a Astor Piazzolla  - seguro se lo tomarían a juego y está bien, hace más fácil mantener esta mascarada.

Ojala alguno de esos sonidos o versos me diera hoy el consuelo que busco, pero hoy no, hoy mi sangre está intoxicada de deseo, hoy ni una copa de vino acompañada de la voz de Benedetti me calmarían; solo me queda respirar profundo y entrar, pero al pararme en esa puerta de cristal tan odiada me pregunto ¿debería entrar?

¿No será un buen día hoy para mandar todo al diablo? Por un momento recuerdo: el cuchillo está en el portafolios; pero no, debo controlarme, hay demasiada gente en el hospital y la bata blanca no me ayudaría a disimular la sangre.

Finalmente entro, dejo mis cosas y antes de cerrar el locker inexplicablemente saco el cuchillo y lo pongo en la bata.

julio 17, 2011

VIDAS

Una historia del archivo del recuerdo...



Ellos se conocieron en el mar. Él salió a caminar buscando en el sonido de las olas algún consejo que le ayudara a olvidarse de un antiguo amor, buscaba la sabiduría para poder sobreponerse y seguir con su vida; una nueva vida, ahora solitaria y gris, alejada de los sentimientos. Ella fue a la playa buscando el consuelo perfecto para su dolor en el poder del mar, solo así podría curarse, esa era una buena forma para apagar de una vez por todas esa vida que cada vez era más oscura. 
Mientras uno preguntaba al puerto como soportaba que tantas embarcaciones  llegaran a él y se fueran después de tomar lo que necesitaban, los pies del otro entraban poco a poco en las frías y saladas aguas del mar, mientras sus ojos trataban de unirse al agua derramando cálidas y también salinas  gotas. 
Él sentía como de a poco sus problemas se hundían en el mar, su dolor se iba desvaneciendo poco a poco, junto con sus sentimientos; Ella empezaba a sentir alivio cuando las poderosas olas golpeaban su pecho como si quisieran que su corazón obtuviera la misma fuerza que ellas para latir. 
Una sonrisa se dibujaba en el rostro de ambos; uno descubría la vida, una vida gris, pero vida al fin; otro, encontraba el interruptor para interrumpir la suya, oscurecida por las sombras del abandono. 
La gabardina de Él era movida por el viento, que de pronto sopló más fuerte, como si fuera un suspiro del mar por estar a punto de convertirse en el asesino involuntario de una joven que no tenía la culpa de lo que le estaba sucediendo, después de todo, cuando se enamoró de ese hombre no se imaginó, entre todas sus fantasías, que él la dejaría de esa manera. 
Ahora Ella cerraba poco a poco los ojos para que no los quemara el agua, cuando cerca de ella escuchó que algo tocaba el agua ligeramente, lo cual la obligó a voltear, para darse cuenta de que un sombrero, impulsado por el viento, ahora correría la misma suerte que ella. 
Aunque Él se sentía bien por la sabiduría recién adquirida, no dejaría que uno de sus sombreros preferidos terminara en el fondo del mar o sabrá dios donde. Lo buscó con la mirada, pero solo la encontró a Ella. 
Su blanca piel parecía atrapar la luz de la pálida luna llena que esa noche rompía las penumbras en el puerto. Él corrió hasta la orilla del mar, cerca de donde ella por fin decidía hundirse; dejó sus zapatos y su gabardina en la orilla y nado hacia Ella; apenas pudo alcanzarla antes de que tocara el fondo y la llevó fuera del agua. 
La pintura de sus ojos se corría por sus pálidas mejillas, mientras Él la cubría con su gabardina; sus miradas se encontraron, ambas demostraban tristeza, pero la de Ella buscaba el descanso de la muerte y la de Él trataba de encontrar las ganas de vivir. Esa noche dos grises pensamientos de volvían uno solo y se completaban. 
Él la envolvió en sus brazos y Ella reposaba la cabeza sobre su pecho, derramando sobre él una húmeda y negra cabellera; sus almas se volvieron una  en ese momento; ideas de consuelo y descanso revoloteaban en sus mentes y en sus corazones, mientras sus cuerpos temblaban por el frío de la noche, y buscaban en el calor del otro el propio. 
La fuerza del mar finalmente logró darle a Ella el descanso que buscaba, y Él encontró en el puerto el consejo que lo dejaría seguir viviendo. 
Pronto la luz del amanecer empezó a llenar el ambiente, y el sol de los recuerdos comenzó a mostrarse por el horizonte. Un alma  se separó en dos partes rebosantes de sabiduría y con ganas de vivir, pero debilitadas por el recuerdo de antiguos amores que terminaron en desastre. Ahora ambas vidas eran del mismo color, y ambos corazones latían lentamente dentro de fríos pechos. 
Él caminó a su casa, empapado y con tristeza en su mirada; Ella lo vio alejarse y otra lágrima rodó por su mejilla. Ambos se condenaron a vivir en soledad con la mitad de un alma, con el sentimiento de un futuro sufrimiento que ahora no podría llegar; no sufrirían el perder al otro si nunca se tenían; y aunque sus almas y sus corazones se tuvieron un instante, el filo de los recuerdos dolorosos separó de un tajo ese nuevo ser que se había formado.
 ¿Cuántos consejos no ha dado el mar, y cuántas vidas no ha arrebatado, todo provocado por ese travieso sentimiento llamado amor? Son incontables.
¿Y cuántos han vivido historias similares, aturdidos por los recuerdos? También incontables. Y seguirán sucediendo, hasta que aprendamos que siempre es diferente de alguna u otra manera; hasta que nos demos cuenta de que los recuerdos no son para usarlos como barreras que nos dejan ciegos ante nuevas y mejores experiencias, sino para vivirlas, con más cuidado, disfrutando de lo que es rescatable. Mientras tanto, historias como estas se seguirán escribiendo, y lo más triste de todo: se seguirán viviendo.

julio 10, 2011

FOTOGRAFÍAS


Fue entonces que ella sacó la cámara de su mochila y le apuntó con ella

- Déjame fotografiarte –
- No -  respondió él mientras intentaba cubrir la lente con su mano izquierda.

-¿Por qué no?, anda – dijo ella endulzando el tono de su voz para tratar de convencerlo, pero él no retiraba su mano de la lente.
- Porque me robas el alma – dijo con un tono burlón.

Después de lo dicho ella lo miró con seriedad por un momento, después tomo con su mano derecha la mano que cubría la lente y la bajó lentamente mientras decía las palabras que le abrieran la puerta para fotografiarlo cientos de veces:

- No más de lo que lo haría con un beso - 

marzo 18, 2011

LA LUNA EN EL JARDÍN

La princesa ha decidido salir a caminar al jardín a la luz de la luna llena, pero no porque quisiera tomar el aire o estirar las piernas, ni siquiera para mirar la luna o para ir a soñar un rato entre los árboles antes de ir a dormir; el verdadero motivo del paseo es que ha quedado de encontrarse ahí con su amado.

Sale de su castillo con un ligero vestido blanco que pareciera brillar con la luz de la luna, que es mecido por el aire con cada paso que ella da, apresurada, con el corazón latiendo fuerte por la impaciencia de sentir los labios de aquel hombre al que mira siempre llena de ilusión.

Cuando llega al sitio acordado no lo encuentra y lo busca alrededor, escondido detrás de algún árbol, intentando sorprenderla, pero nada, él no ha llegado, es una pena tener que esperar en una noche tan hermosa.

Pero la princesa no sabe que con el poder de la luna llena una bestia ha sido liberada y se dirige hacia ella en un disfraz de ese hombre que en sus sueños toma el delicado cuerpo de la princesa entre sus brazos y la besa intensamente.

Lo mira llegar y se emociona y da un pequeño salto de felicidad llevando sus manos al pecho, después corre hacia él y lo abraza con fuerza; lo delgado del vestido deja que sus formas de mujer sean sentidas por los brazos del que ella cree que es su hombre.

La bestia toma a la princesa entre sus brazos y la mira a los ojos, ella ve fuego en esos ojos pero no dice nada, solo se queda mirando y cuando está a punto de decir algo sus labios son sellados por un beso lleno de pasión que le hace notar que su hombre no es del todo él mismo esa noche.

Quiere luchar contra el lobo que se ha vestido con la piel del hombre pero no puede, las sensaciones son muy fuertes y pronto deja de luchar y se deja llevar por lo que siente.

Besos van y vienen y se escapan de las bocas; la bestia ha seducido a la princesa y la ha convencido de entregarse a la pasión que esconden las noches de luna.

Las manos de él van recorriendo las formas de la princesa que se dibujan a través del ligero vestido color de luna, detalle que lo vuelve loco y lo apresura en su tarea; ella no dice nada, solo cierra los ojos y aprieta su cuerpo contra el de él.

La energía es demasiada y las manos de ambos se extravían entre sus ropas y entra tanto ajetreo la gravedad reclama el vestido dejando al descubierto el más bello paisaje.

Nadie dice nada, todo lo dicen sus respiraciones agitadas y sus miradas que reflejan la luz de la luna; absoluto silencio, que se rompe con el sonido metálico de una hebilla cayendo al suelo.
En ese momento la luna apenada se escondió tras unas nubes y bastó ese momento de oscuridad sobre la tierra para que la princesa y su hombre perdieran el horizonte y terminaran en el suelo, sobre el vestido, bailando esa danza que sus ancestros amaban y que sus padres les prohibieron.


Y entre danzas y caricias sus bocas exhalaron y sus párpados se apretaron mientras una explosión de estrellas inundaba sus sentidos y la luna se regocijaba cubriendo con su manto de luz esa inagotable fuente de amor que el hombre y su princesa acababan de encontrar.

Agotados y enamorados se tendieron boca arriba y se tomaron de las manos observando la luna llena antes de despedirse con un beso y la promesa de otras noches.


Para mi princesa,  a quien quiero regalarle noche tras noche, con luna y sin luna, pero siempre con el alma.

febrero 06, 2011

Improvisando

Ayer venía en el camión escribiendo y vino a mi mente una frase; voy a improvisar algo a partir de eso, a ver que sale.


Deja tu ego junto a tu ropa, desnúdate de todos tus complejos, quítate cada una de las prendas en las que guardas tus miedos, no quiero que te dejes nada en lo que puedas esconder ni la más mínima preocupación.


Ésta noche simplemente no quiero que seas, déjalo todo tirado, si quieres ponlo todo en donde puedas alcanzarlo y cubrirte con tu identidad de nuevo si alguien llega; mientras tanto que sea el instinto el que maneje tu cuerpo.


No lo pienses, no hagas planes, que ningún proceso mental complicado se interponga entre tu piel y la mía; deja que tu cuerpo se comunique, cierra los ojos, observa con tus labios así como yo hago y comuniquémonos con las manos y con las piernas.


Olvídate del futuro, vive en el momento, déjate llevar y déjame llevarte, desliza tus manos sobre mi piel y así como la hoja que el viento hacer volar cae donde éste lo decide haz que tus dedos caigan en donde lo dicte tu deseo y olvídate de la censura de la decencia.


Que los paradigmas impuestos se disuelvan con el sudor combinado de nuestros cuerpos y que la saliva libre nuestras bocas de las palabras que nos limitan al mundo perecedero en el que solemos movernos cargando a cuestas nuestras ideas.


Que el tiempo se quede afuera mientras nos amamos a la antigua, con el puro instinto, que es la base de todos los sentimientos más profundos y que la luz lo acompañe para que nos perdamos en la bruma y nos olvidemos del contexto.


Y que los miedos se abracen entre ellos y aprendan a temerle a lo que pasa en la oscuridad cuando estamos solos; reemplaza los lamentos de los fracasos con esas exclamaciones monosilábicas que me erizan la piel y magnifican el deseo.


Que la desnudez del instinto reine en este encuentro, que ya cuando esté cansado y regrese a su guarida podremos ser quienes quiera que seamos, con los miedos, los complejos y las ropas que mejor luzcan en nosotros.