marzo 18, 2011

LA LUNA EN EL JARDÍN

La princesa ha decidido salir a caminar al jardín a la luz de la luna llena, pero no porque quisiera tomar el aire o estirar las piernas, ni siquiera para mirar la luna o para ir a soñar un rato entre los árboles antes de ir a dormir; el verdadero motivo del paseo es que ha quedado de encontrarse ahí con su amado.

Sale de su castillo con un ligero vestido blanco que pareciera brillar con la luz de la luna, que es mecido por el aire con cada paso que ella da, apresurada, con el corazón latiendo fuerte por la impaciencia de sentir los labios de aquel hombre al que mira siempre llena de ilusión.

Cuando llega al sitio acordado no lo encuentra y lo busca alrededor, escondido detrás de algún árbol, intentando sorprenderla, pero nada, él no ha llegado, es una pena tener que esperar en una noche tan hermosa.

Pero la princesa no sabe que con el poder de la luna llena una bestia ha sido liberada y se dirige hacia ella en un disfraz de ese hombre que en sus sueños toma el delicado cuerpo de la princesa entre sus brazos y la besa intensamente.

Lo mira llegar y se emociona y da un pequeño salto de felicidad llevando sus manos al pecho, después corre hacia él y lo abraza con fuerza; lo delgado del vestido deja que sus formas de mujer sean sentidas por los brazos del que ella cree que es su hombre.

La bestia toma a la princesa entre sus brazos y la mira a los ojos, ella ve fuego en esos ojos pero no dice nada, solo se queda mirando y cuando está a punto de decir algo sus labios son sellados por un beso lleno de pasión que le hace notar que su hombre no es del todo él mismo esa noche.

Quiere luchar contra el lobo que se ha vestido con la piel del hombre pero no puede, las sensaciones son muy fuertes y pronto deja de luchar y se deja llevar por lo que siente.

Besos van y vienen y se escapan de las bocas; la bestia ha seducido a la princesa y la ha convencido de entregarse a la pasión que esconden las noches de luna.

Las manos de él van recorriendo las formas de la princesa que se dibujan a través del ligero vestido color de luna, detalle que lo vuelve loco y lo apresura en su tarea; ella no dice nada, solo cierra los ojos y aprieta su cuerpo contra el de él.

La energía es demasiada y las manos de ambos se extravían entre sus ropas y entra tanto ajetreo la gravedad reclama el vestido dejando al descubierto el más bello paisaje.

Nadie dice nada, todo lo dicen sus respiraciones agitadas y sus miradas que reflejan la luz de la luna; absoluto silencio, que se rompe con el sonido metálico de una hebilla cayendo al suelo.
En ese momento la luna apenada se escondió tras unas nubes y bastó ese momento de oscuridad sobre la tierra para que la princesa y su hombre perdieran el horizonte y terminaran en el suelo, sobre el vestido, bailando esa danza que sus ancestros amaban y que sus padres les prohibieron.


Y entre danzas y caricias sus bocas exhalaron y sus párpados se apretaron mientras una explosión de estrellas inundaba sus sentidos y la luna se regocijaba cubriendo con su manto de luz esa inagotable fuente de amor que el hombre y su princesa acababan de encontrar.

Agotados y enamorados se tendieron boca arriba y se tomaron de las manos observando la luna llena antes de despedirse con un beso y la promesa de otras noches.


Para mi princesa,  a quien quiero regalarle noche tras noche, con luna y sin luna, pero siempre con el alma.