enero 25, 2010

Asuntos Pendientes



El origen de los fantasmas,
aquello que le quita el descanso a las almas,
que aleja el sueño de las almohadas
y las miradas del cielo.

Esos que se acaban mis uñas
y mueven erráticamente mis ideas,
que por buscar resolverlos no hago nada
y que por no hacer nada se multiplican.

Los que me queman el estómago
y me revuelven las tripas,
los que me hinchan el cerebro de tanto pensar,
los que me arden en los ojos y los inundan.

Irresolutos,
fríos,
sin alma,
faltos de inspiración y de ganas.

Ni vivos ni muertos,
ni nada,
detenidos en el tiempo
y en la acción.

Sueños que llegaron a punto de la vigilia.

Los que lloran por una respuesta,
por un poquito de atención,
por treinta segundos de inspiración.

Asuntos en el limbo
buscando cruzar a algún lado,
soluciones gestantes a punto de abortar,
un costal roto lleno de ideas.

Pero a final de cuentas,
hay dos cosas en lo que se transforman:
asuntos olvidados
o respuestas.

Por desgracia,
quizá,
más lo primero
que lo segundo.

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