enero 20, 2010

EL FINAL DEL VIAJE



En un día casi como todos al hombre le surgió la idea de caminar, no estaba cansado de su lugar ni estaba aburrido, simplemente llegó a su sencilla mente la idea de emprender el camino sin siquiera saber a donde ir.

El hombre se levantó y mirando el horizonte dio su primer paso y luego el segundo, sin prisa alguna, observando el paisaje que ante él se iba descubriendo; nada importaba pues estaba haciendo lo que había deseado.

Después de algunas horas empezó  a ver cosas que nunca había visto, todo era nuevo para él, lo que veía, lo que sentía, incluso la tierra bajo sus pies era distinta.

Al principio el hombre se asustó y pensó en volver, después el asombro le ganó al miedo y le dio lugar al gusto; él disfrutaba lo que estaba viviendo y entonces reinventó su sonrisa.

Entonces el pensamiento de detenerse llegó a su aún sencilla mente, pero se dio cuenta de que había más cosas adelante del camino y desistió; respiró profundo y abrió los ojos lo más que pudo, como buscando retener ese lugar y ese momento.

Y el hombre siguió caminando, conociendo nuevos lugares de su mundo, maravillándose con todo lo que encontraba, disfrutando todo en el camino.

Días después mientras el hombre descansaba un poco vio a lo lejos algo que no había visto antes y sin embargo le resultaba familiar; se trataba de otro hombre que antes que él había salido a caminar.

Los dos hombres se acercaron lentamente sin dejar de verse; cuando estuvieron cerca se dieron cuenta de que no había peligro y descansaron juntos.

Siendo seres similares no tardaron en encontrar la forma de comunicarse y ya con un lenguaje pudieron compartir sus experiencias y sus ideas al igual que sus miedos; el primer hombre escuchaba con atención al otro pues éste había caminado por más tiempo.

Durante varios días caminaron juntos hasta que la dirección de ambos fue distinta, entonces se dieron cuenta de que entre ellos había un lazo y lo llamaron “amistad”.  Pero a pesar de la amistad cada quien debía visitar diferentes lugares, así que después de mirarse un rato cada quien siguió su propio camino.
El hombre siguió caminando, descubriendo cosas nuevas, conociendo más de él y de su mundo; de pronto levantó la mirada y vio algo a lo lejos que no había visto antes; caminó para llegar ahí pero mientras más se acercaba más grande se volvía el objeto, pero el hombre nunca se rindió.

Cuando logró alcanzar aquella cosa vio cómo el suelo empezaba a levantarse formando una montaña; primero pensó que era el fin del camino y buscó un lugar para vivir; pero el hombre tenía un espíritu fuerte y grandes ansias por conocer el mundo, entonces al siguiente día se paró frente a ese  inmenso montículo de tierra y lo observó mientras pensaba que ese no era el fin.

Como antes, puso un pie delante del otro, pero esta vez sobre la montaña. Después de un rato su corazón latía más rápido y con fuerza y sus piernas empezaron a cansarse.

Dos días le tomó al hombre llegar al otro lado para encontrarse con un mundo igual al del otro lado de la montaña, entonces pensó en que le gustaría que su amigo viera lo que él acababa de descubrir.

Esa noche no vio las estrellas, el cansancio se había apoderado de él y lo hizo caer en un profundo sueño con el que horas después el sol terminó forzando la entrada de sus rayos en los ojos del hombre.

Como cada día el hombre abrió los ojos poco a poco para acostumbrarlos a la luz, pero antes de que esto pasara vio una extraña silueta que se movía a unos pasos de él.

Pensó en que tal vez sería su amigo y buscó la silueta en los alrededores pero no encontró a quien buscaba, en su lugar encontró a un extraño ser que lo dejó maravillado, más que la fuerza de los ríos o la inmensidad del mar.

Caminó lentamente hacia ese extraño ser que de cierta forma era parecido a él pero lo caracterizaban unas diferencias muy marcadas; cuando estuvo cerca ese ser dio un paso atrás sin dejar de ver al hombre, él se detuvo pero no dejó de estar atento, intentó comunicarse en el lenguaje de su amigo pero nada pasó, entonces le ofreció la fruta que llevaba en la mano y poco a poco el extraño ser se acercó, tomó la fruta y sonrió.

Con ese gesto el corazón del hombre empezó a latir más fuerte que cuando subía la montaña y no se lo pudo explicar; al principio lo asustó pero luego empezó a gustarle.

Ese había sido el primer encuentro con un ser al que después se le conocería como “mujer”.

Por varios días el hombre permaneció junto a la mujer y en ese tiempo inventó junto con ella el concepto del amor para llamar a todas esas cosas que sentían y pensaban que no podían explicarse.

Un día el hombre extrañó el andar caminando por el mundo y se lo dijo a la mujer, ella le pidió que se quedara pero él tenía que irse, así que la miró por un momento y empezó a caminar, pero no por mucho tiempo, en su mente las cosas empezaron a complicarse, pues quería conocer el mundo pero también deseaba estar con la mujer; cansado de pensar tanto el hombre se sentó en el suelo y descubrió la soledad.

Agobiado por este nuevo sentimiento y los recuerdos de los días junto a la mujer decidió regresar, dio la vuelta y caminó sobre sus pasos hasta volver a encontrar a ese fascinante ser.

La mujer lo miró y el corazón de ambos latió con fuerza; él comprendió que a pesar de lo grande que era el mundo jamás tendría en él tantas maravillas como las que guardaba la mujer en su sonrisa, ella comprendió que de ese día en adelante ya nunca más tendría que subir a un árbol para tomar sus frutos.

1 comentario:

  1. Y nació el amor.....
    Me encanto Bro, me conmovio :)
    Esta lleno de verdad.

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