octubre 08, 2009

Apetito Nocturno


APETITO NOCTURNO

Aún sigo tu aroma en el aire, no hace mucho que pasaste por aquí, sé que estás cerca, puedo escuchar tu respiración jadeante, incluso creo que escucho tu corazón acelerado; no entiendo por qué corres, sabes que voy a alcanzarte, siempre lo hago, pero está bien, tal vez lo haces porque disfruto de esta cacería, sabes como disfruto sentir tu miedo, te gusta acelerarme el pulso con esta carrera, te encanta saber que te deseo y sé que solo esperas que te alcance.

No sabes como disfruto esto, correr detrás de mi presa, saber que a pesar de que sabes que soy yo estás asustada, como una cierva, escapando del lobo cazador que solo espera el momento en que pueda hundir sus colmillos en el cuello de su víctima y sentir el calor de su sangre empapando su lengua, coloreando de carmín la comisura de sus labios.

Torpemente entras en el bosque, como si los árboles fueran a protegerte pero no será así, los gigantes de madera viva no son un estorbo para mi; esta es mi casa, mi salón de juegos, no puedes huir, solo hacerlo más divertido.

“Corre, mi pequeña liebre, no me quites ese gusto”, mis palabras parecen tener un efecto mágico en ti, hacen desaparecer tu cansancio y a pesar de tu cortada respiración abandonas tu refugio y sigues tu huída; mientras tanto yo siento cómo mi sangre se mueve torrencialmente en mis hinchadas venas.

El reflejo de la luna llena sobre tu piel inunda mis ojos aunque aún estás a varios metros de mis manos pero la fuerza de mi deseo te alcanzó desde hace tiempo, ya no puedes escapar de mi, ya eres mía aunque te resistas; aún no te toco pero ya puedes sentir mi tacto.

Es hora de terminar el juego, la cacería está punto de llegar a su fin, ya quiero tenerte, quiero sentirte entre mis manos y mostrarte de lo que soy capaz; al igual que el lobo quiero tener mi boca sobre tu cuello y poder morderlo; ya no quiero esperar más para devorarte completa.

Algunas gotas de sudor resbalan en tus sienes y me dicen que ya estás lista, no puedes seguir tratando de escapar. Un leve tropiezo y te recargas en un árbol, volteas hacia atrás como esperando mi embestida pero ya no estoy ahí, sabes que soy un cazador y que me encanta disfrutar cada momento, sabes cómo disfruto sentir los latidos de tu corazón acelerado de miedo.

Detrás del árbol sale mi figura de las sombras y de un paso me acerco a ti para atraparte por detrás; tu primera reacción es un grito que yo ahogo poniendo mi mano sobre tu boca, “tranquila, ya eres mía”; entonces desplazo mi mano lentamente hacia tu cuello rozando tus labios al final con el último de mis dedos, quiero sentir tu pulso, sentir toda esa sangre que recorre rápidamente todo cuerpo y que a pesar de la pálida luz de la luna me deja ver ese tono rojizo en tus mejillas provocado por la carrera y que te hace lucir tan deseable.

Poco a poco el efecto de la carrera desaparece mientras te mantengo cerca de mi, sintiendo en tu espalda el golpeteo de mi corazón que late rápido, no por la persecución sino por la excitación que causa el triunfo y la emoción que antecede lo que sigue.

Sin soltar tu cuello acerco a él mi boca pero en el camino me detengo cerca de tu oído y te repito lo que hace unos segundo había dicho “ya eres mía” y luego rozo con mis labios el lóbulo de tu oreja causándote un escalofrío que te hace cerrar los ojos.

Lentamente disfruto de tu olor, disfruto cómo aún después de la carrera conservas ese olor tan tuyo; recorro tu cuello con mi olfato rozándolo eventualmente con la punta de mi barba causando que te estremezcas. Cierro mis ojos y acerco los labios a tu cuello, solo lo suficiente para rozarlo un poco.

Tu pulso empieza a acelerarse de nuevo pero ya no es provocado por el miedo sino por la excitación. Mi boca que hace un momento solo rozaba tu cuello ahora se pasea de una lado a otro jugueteando entre tu cabello provocando que tu piel se erice y mis manos ahora te mantienen cerca de mi abarcando tu cintura y uno de tus hombros, aunque quisieras sé que no puedes escapar de mi pero, por la forma en que te quedas quieta mientras exploro tu piel me dice que no planeas ir a ningún lado.

Mis besos saltan de un lado a otro sobre tu cuello y tus oídos, nuestros corazones laten fuerte, como queriendo escapar, enviando la sangre a los lugares que en este momento más la necesitan; con una mano tomo tu barbilla y giro suavemente tu cuello y te planto un beso suave, como sólo dándote una muestra del sabor de mis labios.

Ahora mi boca descansa y son mis manos las que entran en acción teniendo ya la seguridad de que no intentarás escapar pues es ahora tu cuerpo el que se empuja contra el mío.
Lentamente acaricio tu cuerpo, mis manos son como exploradores que recorren cada centímetro de ti sin olvidarse de ningún lugar que esté a su alcance; poco a poco tu respiración se vuelve más fuerte y través de tu ropa puedo sentir el calor de tu piel así que mis curiosos dedos deciden incursionar bajo la tela de tu blusa.

Tu piel es tan suave que por un momento tengo miedo de rasgarla con mis dedos pero la firmeza de lo que estoy sintiendo me exhorta a seguir con mi actividad y es que nadie en mi situación se detendría.
De pronto me detengo y abres los ojos para saber que pasa, entonces te tomo de los hombros y te doy la vuelta colocando tu espalda contra el árbol que antes te sirviera de refugio.

El poder ver el fuego del deseo en tus ojos acompañado del reflejo de la luna vuelve todos los sentidos más sensibles y me acerco a ti sin dejar de mirarte y te sonrojas aún más.

Me sigo acercando a ti y mis manos se pasean ahora por tu espalda y por su hermosa culminación mientras de nuevo mis labios se estrellan contra tu cuello mordiéndote suavemente de vez en vez causando que se te escapen algunos gemidos casi mudos.

De nuevo me detengo por un momento, solo fracción  de segundo, miro de nuevo tus ojos y el blanco de mis labios cambia hacia tu boca, ahora quiero saborear esos carnosos labios rojos, quiero disfrutar de su humedad y hacerlos vibrar de deseo.

Mientras se lleva a cabo la batalla en nuestras bocas mis manos se dirigen a tu pecho y entre masajes buscan despojarte de la ropa que me resulta un obstáculo que debo eliminar para regalarle a mis labios el tacto de tu piel. En poco tiempo lo logro y ahora las manos se dirigen a tu espalda en busca de abrir la última cerradura que me separa de empezar a hacer hervir tu sangre de placer.

Ya con la mitad de tu ropa sobre el suelo me despojo de mi camisa mientras me miras también tu con una mirada cazadora y tomándote de la cintura te acercó a mi con fuerza para sentirte más cerca; al sentir mi piel junto a la tuya la respiración de ambos se entrecorta un poco, entonces mi boca termina con la batalla que libraba con la tuya para dirigirse hacia la redondez de tus pechos.

Los músculos de tu cuerpo de pronto empiezan a contraerse, estás cerca de vivir por unos segundos en el paraíso con la ayuda de mis manos y mis labios; de pronto entre suspiros y gemidos llega el momento crucial y te abandonas al placer entre mis brazos.

Cuando regresas a este mundo tus energías son casi como las mías y tus manos son ahora la que buscan acabar con los obstáculos y logran deshacerse de mi cinturón, pero no conformes desabotonan mis pantalones pero entonces las atrapo y las llevo sobre tu cabeza mientras te miro retadoramente; tu me regresas la mirada y podemos sentir nuestro fuego impregnando el bosque.

Suelto tus manos y tomando tus glúteos te levanto del suelo mientras tus piernas envuelven mi cintura; los besos ahora se han vuelto tan intensos que de pronto algunas mordidas se nos escapan, la excitación está en su límite, tus uñas en mi espalda la han hecho llegar hasta el máximo nivel.

Con cuidado deposito tu cuerpo en el suelo para permitirte usar tus manos con libertad y quitar de entre nosotros toda esa tela que ahora nos resulta inútil; eres tu ahora quien tiene la posición del cazador y la disfrutas tanto como yo.

Me encanta mirar tu rostro, tan lleno de deseo, tus labios húmedos tapizando de besos todo mi cuerpo concentrando la sangre en lugares donde usualmente no se queda tanto tiempo; el simple roce de tus labios me provoca cerrar los ojos abandonándome a ti, dejándote acariciarme y hacer de mi lo que tu quieras.

Ya no soporto más el deseo y me convierto de nuevo en ese que persigue, me pongo de rodillas frente a ti y al principio con delicadeza y luego con fuerza me deshago de los seguros de tu pantalón y luego de un movimiento quito de mi camino toda la ropa que te quedaba.

Y ahí estás frente a mi, completamente desnuda, iluminada por la pálida luz de la luna, jadeante, mordiendo tus labios y humedeciéndolos con tu lengua invitándome a seguir con lo que comenzó hace rato; y ahí estoy yo, hincado frente a ti, mirándote con deseo, listo para hacerte gritar de placer, con todo mi cuerpo palpitando de deseo.

Pero no hay ninguna prisa; recorro tu cuerpo de nuevo con mis labios, besando tus piernas, acariciándolas lentamente, provocando que te estremezcas; cada beso en la parte interior de tus piernas de hace gemir un poco y tu cuerpo me avisa que estás lista de nuevo.

De pronto mi besos llegan al lugar más cercano al paraíso y tu respiración se vuelve agitada; al principio tratas de luchar y empujas mi cabeza pero después de un momento mi lengua te convence de acabar el forcejeo y tu manos se enredan en mi cabello mientras disfrutas del momento.

De nuevo el cielo se presenta ante tus ojos y sientes que el alma te abandona. Ya ninguno de los dos soporta más la espera, muero de ganas de hundirme en esa cálida humedad que me ofreces llena de placer.

Sin esperar un segundo más me arrastro sobre tu cuerpo y con ayuda de tus manos nos convertimos en un solo cuerpo, confirmando esta fusión con un gemido.

Esta inigualable sensación intensifica de nuevo mis sentidos pero trato de controlarme y me muevo lentamente en tus entrañas, hasta que de pronto tus uñas se entierran en mi espalda, cómo declarándome la guerra.

Entonces todo se vuelve más intenso, en nuestra batalla se vale todo; cada beso, cada caricia, cada movimiento de cadera desprenden una sensualidad increíble, el erotismo abunda; una postura y luego otra, somos seres imparables buscando juntos el paraíso.

No se me ocurre una unión tan grande entre dos seres, la forma en que me envuelves en este momento es lo más grande; poco a poco siento como mi alma empieza a abandonar mi cuerpo.

Esos movimientos rítmicos de tu cadera y tu rostro lleno de placer avivan de una manera impresionante el fuego en mi y me ponen a punto de estallar; entonces el ritmo de la batalla de acelera y puedo sentir como tu también estás a punto de sucumbir ante el calor de la batalla.

Cierro los ojos con fuerza mientras tus gritos entran en mis oídos, todos muy intenso, todo el mundo es solo placer y entonces después de un movimiento súbito la calma empieza a retornar mientras yaces sobre mi pecho, empapada en sudor, desnuda y satisfecha.

Te rodeo con mis brazos como protegiéndote ahora de la morbosa mirada de la luna y beso tu frente, tu te acurrucas en mi pecho y no dices nada; lo único que escuchamos ahora son nuestros corazones más tranquilos en medio del bosque.

Ahora como todo buen cazador, después de devorar a mi presa me dispongo a descansar, hasta que el apetito me incite a cazar de nuevo.

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