noviembre 16, 2009

Ausencia


El ruido hueco de la explosión a través del brillante cañón sigue resonando en mi cabeza como el eco del sonido que produce la vida cuando se despide.

El aire se siente fresco en la cara, y unos cuantos cabellos despeinados le hacen cosquillas a mi frente, y aunque mis ojos están cerrados se que el suelo está cada vez más cerca.

Pongo las rodillas en el duro piso de mármol, siento como todo se detiene por un rato, no hay sonidos, todo está tranquilo; de pronto, el sonido de una gota carmesí manchando el pálido suelo rompe el silencio y es entonces cuando empiezo a sentir un poco de arrepentimiento.

Sigo cayendo. Mis brazos están a los lados de mi cuerpo, con una nota empapada de roja vida en la mano izquierda, y en la derecha mi 9mm, que opaca su natural brillo con una mancha de mi vida.

Mi pecho toca el piso y después mi cara, el frío de la piedra empieza a recorrerme y el miedo entra a la habitación por debajo de la vieja puerta de encino que le da a la casa ese tan peculiar olor a maderas.

La antes blanca imagen del cuarto se pierde poco a poco mientras el mármol se baña de rojo y yo salgo de lo que pensaba que era yo.

Ahí estoy, tirado, besando el suelo; me observo con detenimiento y me siento triste por tener que abandonar mi ya pálido cuerpo, después de ser uno, hoy me despido.

No se a donde ir, tengo miedo, el antes iluminado cuarto se oscurece, convirtiendo en gris lo blanco, y la mancha carmesí ahora es negra; tengo frío y me siento solo.

La puerta se abre y una silueta se dibuja delante de la luz que alcanza a entrar a la habitación. Extiende la mano y solo la veo, levanta la mirada y siento que algo recorre mi columna; baja la mano, da la vuelta y se marcha dejando la puerta abierta a sus espaldas.

La luz se apaga, todo es gris de nuevo, incluyéndome; me asomo al espejo y no veo nada, no hay reflejo, ya no estoy, ya no…


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Nota: Este escrito no es nuevo, es del 2006 más o menos pero decidí rescatarlo del olvido, por aquellos que no lo habían leído. 

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