noviembre 14, 2009

ENSAYO DEL AMOR. Algunas Preguntas


¿Me conviene?

¿Le convengo?

Son preguntas que a menudo la gente se hace cuando está empezando a enamorarse o cuando alguien le gusta y considera “lanzarse” con esa persona que ha resultado ser más especial que los demás.

La palabra “conveniencia” es algo fuerte, casi siempre que la escucho es en cosas poco positivas como “fulano es un convenenciero” o “solo haces lo que te conviene”; de cierta forma todos entramos en esas categorías, porque ¿quién, a sabiendas de que algo no le conviene, va a hacerlo? Y sí, hay quien lo haga, yo mismo lo hice muchas veces, pero lo normal como humanos es buscar lo que nos conviene.

Como yo lo veo, el decir que algo o alguien me conviene se refiere a que ese algo o alguien le aporte algo positivo, desde mi punto de vista, a mi vida; si me conviene es que para mi es bueno en cualquier medida y ya muy personalmente creo que es  algo que me va a ayudar a aprender una lección, aunque no por eso todo me conviene.

El definir lo que conviene o no es algo ambiguo, entonces no me meteré mucho en ese, dejémoslo en que si es ”bueno” para mi en cualquier medida es entonces algo que me conviene. Si me hace feliz me conviene. Ahora que, también conviene pensar a futuro.

Específicamente en términos del amor, podemos decir que una persona que nos conviene es alguien que nos hará felices en cualquier medida, alguien con quien compartimos intereses y a quien nuestras diferencias nos unen más que separarnos, entre otras muchas cosas por supuesto; pero siendo que cuando nos enamoramos buscamos relaciones que duren entonces ampliamos el concepto y decimos que alguien que nos conviene es alguien que a corto y sobre todo a mediano y probablemente largo plazo nos “haga felices” y lo menciono entrecomillado porque una persona no nos “hace felices”, solo hace más intenso el sentimiento pues para poder estar plenamente en una relación uno debe haber sido feliz antes con uno mismo, nunca debemos basar nuestra felicidad en otra persona.

Como personas todo tenemos nuestras necesidades, las compartidas y las particulares, siendo las primeras las que todos tenemos, como por ejemplo, un abrazo, un beso, apoyo sentimental y todo eso que todos, o al menos la gran mayoría queremos satisfacer con una relación; y las segundas, las particulares, son esas necesidades que tiene cada persona.

Alguien que nos conviene es quien podrá cubrir nuestras necesidades compartidas de manera inmediata, es decir, que cuando se inicie la relación estas necesidades estarán cubiertas casi en su totalidad puesto que son necesidades que ambos tienen, es casi como decir “hazle a los otros lo que quieras que te hagan”, son cosas de alguna manera básicas a satisfacer en una relación y que se cumplen casi sin pensarlo, son cosas que ofrecemos a la otra persona porque así lo sentimos.

Cumplir estas necesidades básicas es como tener un programa precargado que de una forma casi instintiva nos dice que debemos hacer, es una clara forma de aplicar la empatía.

Las necesidades particulares casi siempre toman más tiempo en ser satisfechas, esto porque al ser cosas específicas para cada persona deben ser descifradas algunas y otras más ocultas, por decirlo de alguna forma, deben ser expresadas por la otra persona, lo cual suele provocar conflictos pues a veces la pareja se siente insatisfecha en algún aspecto pero como dice el dicho, “a quien no habla dios no lo oye”, pero no es nada que no se arregle con ese elemento básico de las relaciones: la comunicación.

Pero alguien que nos conviene no solo se conforma con cumplir las necesidades básicas y específicas, sino que siempre  busca ir más allá, no en cuando a crear nuevas necesidades, eso sería acarrear al amor a un sistema consumista, no, se busca rebasar los límites en cuanto a la forma de satisfacer las necesidades y dar un extra, esos detalles que lo hacen a uno sentirse más pleno.

Podría seguir dando ejemplos de todo lo que tiene una persona que nos conviene pero sería en vano ya que cada persona es conciente de lo que la hace feliz y lo que no, pero sí mencionaré algo que quizá pocos han pensado.

Alguien que nos conviene no es solo quien nos “sube a una nube”, también debe poder hacer otras cosas, ayudarnos a ser concientes de la realidad y no me refiero a que destruya los sueños o acabe no el romanticismo, me refiero a que nos ayude a crecer como personas en más sentidos que el sentimental, que tenga el valor cívico y la manera correcta de indicarnos que hacemos algo mal, no con el fin de criticar o buscar cambiar forzosamente a la persona, simplemente se hacen este tipo de observaciones para ayudar a nuestra pareja a darse cuenta de sus áreas de oportunidad y que ella misma decida lo que sigue.

Para no confundir mucho, me refiero a que alguien que nos conviene es una persona que no solo tiene amor por montones sino que también tiene lo necesario para ayudarnos a madurar y a crecer personalmente. Cuando esto se logra viene también un efecto secundario del que nadie se puede quejar: la pareja crece al parejo de las personas.

Al hacer una especie de análisis de la otra persona para ver si cumple con los aspectos antes mencionados podemos responder la pregunta “¿me conviene?”, quizá no tan a fondo pues seguramente habrá detalles que se me escapen, pero por lo menos nos da un panorama amplio sobre que tanto nos conviene alguien de pareja.

Ahora, ¿cómo respondemos a la otra pregunta?

Realmente para esta no hay una respuesta concreta, podemos aplicar el análisis ya mencionado en nosotros mismos y ver si podemos cumplir las necesidades compartidas de la otra persona y tratar de imaginar hasta donde llegaríamos para cumplir las necesidades particulares, examinarnos para ver que tan maduros somos como para ayudar a alguien a crecer, pero con todo esto solo nos conoceríamos mejor y sabríamos solamente lo que somos capaces de ofrecer.

¿Por qué no podemos responder esa pregunta? Simple y sencillamente porque no somos la otra persona y uno de los errores más grandes y comunes es tomar ese tipo de decisiones por la otra persona. Podemos tener una idea de las necesidades que tiene el otro, pero nunca sabremos a ciencia cierta lo que le conviene a la otra persona, eso es algo muy particular que cada quien sabe de sí mismo.

Preguntarse si le convenimos a otra persona entonces es algo que no debe hacerse pues nos lleva a conclusiones equivocadas y dolorosas, podemos llegar a decir que sí le somos convenientes pero si la otra persona no lo ve así nos podemos sentir ofendidos y hasta resentidos, o se puede dar que creamos que no le somos convenientes y entonces detenemos nuestros intentos de estar con alguien aunque nos estemos muriendo de ganas por estar.

Entonces debemos sacar de nuestras mentes esa pregunta y cambiarla por la siguiente: ¿Qué puedo ofrecerle?

Esa pregunta la podemos responder, no fácilmente, pero al menos es más difícil que lleguemos a conclusiones erradas que nos lleven a malentendidos o nos eviten vivir algo que pudo ser maravilloso.
Y es aquí donde viene lo interesante y que tiene que ver con algo que mencioné en los primero párrafos: para empezar una relación uno ya debe ser feliz; no siempre sucede y en el proceso de la relación se logra ese aprendizaje, pero es lo ideal para lograr algo más grande.

Lo que pasa es que, una persona que ha logrado ser feliz sin necesitar de factores externos para serlo ha pasado por un proceso de crecimiento personal que es necesario para saber lo que podemos ofrecer ya que para entonces se habrá adquirido la facilidad de ver nuestras fortalezas sin llegar a ser narcisistas o exagerados, esto es, nos volvemos más sinceros con nosotros mismos.

Entonces vemos finalmente que podemos analizar si alguien nos conviene y que es lo que podemos ofrecer y teniendo estas respuestas en mente ya podemos considerar el empezar o no una relación y al decir esto espero ya tengan una idea de lo siguiente que mencionaré; piénsenlo antes de seguir leyendo.

Las respuestas a las dos preguntas por si solas no ayudan en mucho, nos ayudan realmente a conocernos; el momento en que se vuelve útiles es cuando ambos consideran empezar una relación y como dicen algunos “están en pláticas” e incluso desde antes en el proceso de “ligue”, mostrándole a esa persona especial que también somos especiales y tenemos cosas interesantes para ofreces que tal vez le convengan.

Finalmente, el orden que a mi parecer es el más lógico es, primero preguntarse “¿qué tengo para ofrecer?” y ya con esta respuesta podemos empezar el acercamiento y lograr que la otra persona se interese y decida mostrarnos también lo que tiene para ofrecer y entonces, ya con esos datos de la otra persona entonces podemos hacernos la siguiente pregunta, “¿me conviene alguien así?”.

Y en todo el proceso no hay que olvidar que no debemos poner pensamientos en la otra persona, es decir, no debemos adelantar conclusiones y tampoco debemos menospreciarnos, todos tenemos algo que ofrecer, incluso la oportunidad de crecer juntos suele ser una oferta tentadora u hay que recordar que estas preguntas son una especie de herramienta que nos puede ayudar a aclarar nuestra mente, pero no hay que olvidar que en estas situaciones es el corazón el que suele tomar la última palabra.

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