octubre 05, 2010

IMAGINA


El día de hoy te propongo que ejercites tu imaginación; te propongo que en algún momento del día lo abandones todo y cierres los ojos; solo respira, lento y profundo.

¿Estás lista?

Ahora empecemos a crear el entorno, primero el escenario. ¿Qué te parece un auto? Empecemos por ahí, escoge el que más te guste, estás sentada en el asiento del copiloto, así puedes disfrutar mejor la vista, en este viaje déjame conducir a mi.

Es medio día, la temperatura es agradable y vamos por una carretera poco transitada; cada vez hay menos casas, nos alejamos de la ciudad y de toda su gente, de todo ese bullicio.

El aire entra por las ventanillas de una forma suave y juega con tu cabello y te despeina un poco, yo te miro de reojo y sonrío, tu te das cuenta y solo dices “¿qué?” mientras te arreglas el cabello, con una mano hago a un lado un mechón de tu frente y te respondo que te ves linda. Reaccionas como solo tu lo harías y sigues disfrutando del paisaje.

Del lado izquierdo hay un lago, no muy grande, brilla con el sol y hay unas garzas blancas en la orilla, llegan dos y una se va volando salpicando unas gotas de agua que brillan con el sol; del otro lado el bosque cada vez más tupido, árboles altos con troncos de todos los gruesos.

En el estéreo del auto se escucha música con un tono alegre, como de película, pero no le pones mucha atención, la oyes pero no la escuchas, estás concentrada en el paisaje y en preguntarte en secreto si está cerca el lugar al que vamos.

Volteas a verme y estoy concentrado en el camino, con cara de que estoy pensando en algo, sé que me estás mirando pero no hago nada y te recuestas en el respaldo del asiento y cierras los ojos.

Pronto te quedas dormida y empiezas a soñar. Te ves en medio del bosque, en el amanecer, rodeada de neblina, con rayos de sol colándose entre las copas de los árboles y uno que otro pajarillo canta a lo lejos;  es tan mágica la escena que no haces nada, solo observas todo a tu alrededor como si quisieras grabarlo en tu memoria para siempre.

De pronto una ráfaga de aire que te provoca frío, cruzas los brazos para calentarte un poco pero no funciona, entonces una manta te cubre y sientes un abrazo suave y cariñoso, sonríes y vuelves la mirada y ves el rostro de alguien pero la luz te deslumbra y antes de que puedas enfocar de nuevo y reconocerlo por completo te despiertas por el movimiento del auto.

Te cubre los ojos con la mano para evitar que el sol los lastime y me preguntas si ya llegamos, te respondo que ya casi  y me ves con cara de que estás cansada por el viaje aunque no ha durado más de dos horas.

Salgo del camino de terracería por el que conducía y me detengo en un claro.

Se puede ver un llano cubierto de pasto, como si estuviera alfombrado; uno que otro arbusto y flores amarillas y moradas adornan la escena y los árboles alrededor se mecen suavemente con el aire.

Es una vista hermosa. Hipnotizante.

De pronto sonríes y como si de pronto hubiera habido un estallido de energía en ti sales corriendo y me retas a alcanzarte; sonrío y salgo corriendo tras de ti con toda la intención de atraparte pero igual dándote ventaja.

Unos metros adelante te atrapo y empiezo a hacerte cosquillas; para evitarlo te tiras al suelo y yo me agacho para seguir torturándote porque realmente disfruto tu risa. Todo dura solo unos minutos antes de que esté tirado junto a ti en el pasto mientras los dos respiramos agitados por la carrera y las cosquillas.

De pronto, seriedad. Levanto los brazos y los pongo bajo mi cabeza, respiro profundo y cierro los ojos. Me siento feliz.

Es uno de esos momentos en los que no existe nada más en el mundo, de esos que se sienten eternos, de esos que impulsan a quienes los viven a estar más cerca y sin la mínima intención de desperdiciar el momento acercas tu cuerpo al mío y mi regazo te sirve de almohada.

Abro los ojos y te miro tan cerca de mi que si no te abrazara sería un tonto así que es lo que hago y al sentir que mi brazo te rodea te acurrucas junto a mi. Y así nos quedamos, sin decir nada, disfrutando del momento y del paisaje.

Te pregunto en qué estás pensando y solo sonríes y miras las nubes sin decir una palabra, yo te miro curioso, esperando una respuesta aunque sé que es muy probable que no me digas nada. Sigues pensando mientras me miras, como si me dijeras todo solo mirándome, ¿qué estás pensando?

Tomas un respiro como si fueras a decirme algo y así es, solo me dices “tengo hambre” y luego me sonríes y mi pulso se acelera.

Regresamos al auto y saco de la cajuela una canasta y una manta, casi parece un día de campo como los de las películas. En la canasta están tus frutas favoritas y otras cosas que disfrutas comiendo.

Entre anécdotas graciosas comemos y después de recoger las cosas nos acostamos en el tapete y empezamos a platicar de otras cosas, de lo que me gusta y lo que te gusta, de nuestros miedos, de nuestras vidas, compartimos recuerdos felices y dolorosos; logramos una conexión.

El atardecer está a unas horas de distancia y ese calorcito que hay te empieza a arrullar y decides tomar una siesta usando mi abdomen como almohada. Yo también tengo sueño pero no puedo quedarme  dormido porque prefiero mirarte y disfrutar del momento, sin pensar en nada.

Me quedo dormido finalmente pero tu me despiertas poniendo tu mano sobre mi pecho, abro los ojos y te miro a contraluz con el atardecer a tus espaldas. “¿No quieres perderte esto, verdad?” me preguntas mientras miras el atardecer.

Es uno de los atardeceres más bellos que hayas visto en tu vida. Las nubes llenan de texturas el cielo que se ha pintado de rojo con tonos anaranjados, morados y azules, es un concierto de colores que nos deja sin palabras.

Cuando oscurece el cielo se despeja y deja a la vista una hermosa luna llena que ahora alumbra todo con su luz y le confiere al bosque un tono azulado.

Te dejo sola un momento para empacar todo en el auto y poder regresar. Mientras subo todo te observo ahí parada, mirando la luna como si quisieras que te dijera algo.

De pronto tiemblas un poco y te frotas los brazos, el ambiente se enfrió rápidamente y te tomó por sorpresa y tratas de quitártelo de encima mientras sigues viendo la luna. Yo saco una manta del auto y sin que te des cuenta me acerco por detrás de ti y te cubro los hombros con ella.

Sales de tu letargo y te das la vuelta, ahora estamos frente a frente y te das cuenta de que también tengo frío y me envuelves con la cobija, te lo agradezco y te miro a los ojos. Nuestra respiración se acelera un poco y nos empezamos a poner nerviosos por la cercanía.

Ahora, sigue imaginando como lo he hecho yo, ahora que tienes el principio de la historia te corresponde darle el final que más te haga feliz.

Vamos, imagina. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario